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Ideas básicas sobre transexualidad

Ideas básicas que te ayudarán a comprender la transexualidad infantil y juvenil

El sexo y la identidad sexual

El sexo hace referencia al hecho de ser hombres y mujeres. Mejor dicho, al hecho de ir haciéndonos hombres y mujeres, puesto que se refiere a un proceso, el proceso de sexuación, por el que nos vamos sexuando a lo largo de toda la vida, todas y todos, con rasgos de ambos sexos.

Muchas veces se usa el adjetivo “sexual” cuando se quiere decir “genital” y hay quien llama “sexo” a los “genitales”. Para poder entender esta realidad, es necesario dejar de confundir nociones: una cosa son los genitales y otra el sexo. Una cosa es lo que se tiene y otra cosa es lo que se es.

Todas las personas se dan a sí mismas una categoría sexual y, a su vez, todas ellas clasifican sexualmente a todas las personas con las que interactúan, a veces acertando y a veces no en esa clasificación. Y según cuál haya sido esta clasificación sexual (propia y ajena) difieren las interacciones y las interpretaciones.

Es necesario dejar de confundir nociones: una cosa son los genitales y otra el sexo. Una cosa es lo que se tiene y otra cosa es lo que se es.

“Los genitales no nos dejan ver el sexo”

Efigenio Amezúa

Ser niño, ser niña, tiene que ver con la percepción que cada quien tiene de sí, con cómo se identifica. No es tanto una cuestión de sentirse (“Me siento niño”, “Me siento niña”) sino más bien de saberse (“Me sé niño”, “Me sé niña”).

Esta autopercepción no se construye, sino que se descubre. Y empieza a expresarse de diferentes formas incluso antes de poder hablar; ya con la adquisición del lenguaje, se enuncia a través de la palabra. El saberse niña o niño solo se puede articular en primera persona del singular (“Soy niño”, “Soy niña”) precisamente por su propia subjetividad (“Soy niña porque sé que lo soy”, “Soy niño porque sé que lo soy”). Sólo hay una manera segura de saber si alguien es chica o chico: preguntándoselo.

Ser niña o ser niño no radica en los genitales ni los genitales lo determinan. Tampoco es ni una decisión ni una elección. Es algo que emana de dentro.

Sobre la base de esa autopercepción, en diálogo con la mirada de los demás y con el contexto social, se irá construyendo la identidad sexual, que es la particular manera de ser el chico o la chica que yo soy.

La identidad sexual es un hecho sumamente complejo que se constituye en la percha de la que cuelga todo el psiquismo y la sexualidad humana.

Va a ir desarrollándose y evolucionando a lo largo de toda la vida, influida por muchos factores puesto que se trata de un proceso biográfico. En esa construcción, por supuesto, van a tener un gran peso las expectativas e imposiciones de género.

Así que sobre la autopercepción como niña o niño (que, por lo que vamos conociendo, parece ser firme, persistente e invariable) se va construyendo la identidad sexual (que no es, para nada, estática).

Conviene diferenciar identidad e identificación. La identidad trabaja al servicio del yo y los adentros, mientras que la identificación trabaja al servicio del nosotros y los afueras.

Al contrario de lo que se ha creído tradicionalmente, no es la identificación externa quien produce la identidad íntima, sino que es la identidad en construcción quien requiere de la identificación con determinados modelos que no son un molde sino una referencia y una preferencia.

“Le pregunté: 'Cariño, ¿qué quieres? ¿vestir como un chico o ser un chico?' Y me dijo: ‘No quiero ser un chico. ¡SOY un chico.!' "

Los caracteres sexuados

Algunos rasgos no tienen nada que ver con el sexo (el color de los ojos o del pelo, por ejemplo), pero hay otros rasgos que sí. A estos últimos se les denomina caracteres (o rasgos) sexuados (también caracteres sexuales).

Llamamos masculinos a aquellos rasgos que se dan más frecuentemente en los hombres que en las mujeres, y femeninos a aquellos rasgos que se dan más frecuentemente en las mujeres que en los hombres. Que se den más frecuentemente no significa que se den siempre. De hecho, significa justamente lo contrario: que no se dan siempre. Por lo tanto, masculino no significa “lo propio de los hombres”, ni “lo que hace a alguien hombre”. Ni femenino significa “lo propio de las mujeres” ni “lo que hace a alguien mujer”.

Masculino y femenino se refieren a un continuo, el continuo de los sexos, que dibuja una infinita gradación entre lo más masculino y lo más femenino. Y cada uno de nuestros rasgos sexuados se encuentra en algún lugar de ese continuo.

Algunos de estos caracteres tienen que ver con rasgos anatómicos. Por ejemplo, una mayor densidad de vello en el rostro se da más frecuentemente en los hombres que en las mujeres, y por eso decimos que es un rasgo más masculino. Por supuesto, hay hombres sin pelos en el rostro, y mujeres con mucho vello facial. Otros caracteres sexuados tienen que ver con las maneras de expresarse, comportarse, vestirse, con los gustos... Por ejemplo, llevar faldas y la manera de llevarlas, llevar el pelo más corto o más largo y la manera de peinarse, llevar tacones, pintarse los labios, las formas de caminar, etc. Estos rasgos están influenciados por las costumbres y usos sociales.

Que se den más frecuentemente en los hombres o en las mujeres no significa que se den siempre. De hecho, significa justamente lo contrario: que no se dan siempre.

Cada sujeto, por el hecho de ser sexuado, es el resultado de una combinación única y peculiar de rasgos femeninos y masculinos y esto nos hace diferentes y a la vez parecidos.

La intersexualidad

La teoría de la intersexualidad explica que todos los sujetos se sexúan en masculino y en femenino. Es decir, que todas y todos tenemos, en diferentes medidas, rasgos femeninos y rasgos masculinos. Cada sujeto, por el hecho de ser sexuado, es el resultado de una combinación única y peculiar de rasgos femeninos y masculinos y esto nos hace diferentes y a la vez parecidos.

A través de la intersexualidad podemos comprender y explicar todos los hechos de diversidad sexual. Podemos entender que hay hombres sin pelo en el pecho y mujeres con vello en el rostro; que hay mujeres con insensibilidad a los andrógenos que tienen vulva y cromosomas XY; que hay hombres con cromosomas XX y vulva; que hay mujeres con cromosomas XY y pene; que hay hombres a los que les gusta maquillarse y mujeres a las que les gusta boxear….

El término “intersexualidad” se acuñó a principios del siglo XX por los pioneros de la Sexología.

Las imposiciones de género

Cada sociedad establece una serie de expectativas sobre cómo son las niñas y cómo son los niños en relación a sus comportamientos, actividades, gustos, maneras… Y estas expectativas se convierten en imposiciones: los niños son y han de ser de una manera y las niñas de otra. Estas imposiciones dificultan que cada quien pueda desarrollarse como es y generan sufrimiento.

Estas maneras que se imponen y se exigen por el hecho de ser chico o chica son los roles sexuales, también llamados roles o imposiciones de género, y su incumplimiento se castiga socialmente.

Por supuesto, estas imposiciones pasan por encima del hecho de que en la realidad los niños no son de una manera y las niñas de otra. Y además no tienen por qué serlo. Cada niña y cada niño es diferente en su manera de serlo. Cada niña es niña a su manera y cada niño es niño a su manera.

En la construcción de la identidad sexual van a tener un gran peso esas expectativas e imposiciones de género. Imposiciones que, desde fuera hacia adentro, van a tratar de moldear la identidad sexual que se construye sobre el hecho de “saberse” niña o niño, sobre esa autopercepción que emana desde dentro hacia afuera.

Pero alguien no es niña porque se le haya educado para que lo sea. Eso sí, su forma de ser niña estará muy condicionada por todas esas expectativas e imposiciones.

En los hogares donde hay niñas y niños en situación de transexualidad sus madres y padres les criaron y educaron según el sexo que se les suponía, les construyeron como el niño o la niña que pensaban que era. Pero la fuerza arrolladora de su saberse niña o niño, desbordando esas imposiciones, demuestra que la construcción social no es la razón de que sean niña o niño.

Alguien no es niña porque se le haya educado para que lo sea. Eso sí, su forma de ser niña estará muy condicionada por todas esas expectativas e imposiciones de género.

La confusión entre genitales e identidad sexual

En la mayoría de los casos los chicos tienen pene y las chicas tienen vulva. Por eso, en el momento del nacimiento se miran los genitales para suponer cuál será el sexo del recién nacido, cuál será su identidad sexual.

Pero esto es algo que sólo podremos conocer con certeza cuando, con la conquista del lenguaje, a partir de los dos años, empiece a hablar y a expresarse, afirmando “Soy un niño” o “Soy una niña”.

Porque la identidad sexual no se puede adivinar desde fuera del sujeto; sólo puede ser expresada desde dentro. Lo que desde fuera se puede hacer es escuchar esa expresión y, a partir de ahí, aceptarla y acompañarla o cuestionarla y negarla.

El hecho de que la mayoría de los niños tenga pene y que la mayoría de las niñas tenga vulva, ha llevado a pensar que siempre es así. Y no solo que es siempre así, sino que esa es la razón de que sea así: que alguien es niño o niña por los genitales que tiene.

Pero ese razonamiento es incorrecto y de hecho, si lo pensamos un poco, no es difícil entender que la identidad sexual, que tiene que ver en todo caso con procesos mentales, no se encuentra en los genitales. De hecho, si un chico perdiera el pene en un accidente, a partir de entonces no tendría pene, pero nadie pondría en duda que seguiría siendo un chico. Porque los genitales no determinan la identidad sexual.

“Los genitales son una buena hipótesis pero un mal axioma.”

Joserra Landa

¿Qué es la transexualidad?

En algunas ocasiones quien suponíamos que era un niño (porque tiene pene) resulta que es una niña (porque expresa que lo es). Y viceversa.

Hablamos de transexualidad infantil para referirnos a esas niñas y niños a quienes al nacer, tras la observación de sus genitales, se les supuso un sexo equivocado. Son niñas que tienen pene y niños que tienen vulva.

Ni su cuerpo ni su mente están equivocados. Son así.

De la misma manera que hay mujeres con el pecho plano o con vello facial o con cromosomas XY, y que hay hombres con voz aguda, o con caderas anchas o con grandes pechos o sin pelo en el pecho. Porque todas y todos tenemos, en diferentes medidas, rasgos de ambos sexos.

Los diferentes estudios sobre prevalencia de la transexualidad arrojan datos muy dispares, por lo que es necesario realizar investigaciones que ofrezcan datos fiables. La estimación que manejamos y que creemos más se acerca a la realidad es la de 1 de cada 1000.

La transexualidad no es una decisión.

Las niñas y niños en situación de transexualidad (igual que el resto) no eligen ni deciden la categoría sexual sobre la cual van a ir construyendo su identidad sexual. En el mejor de los casos, la conocen, la descubren, la aceptan, la expresan y la gestionan. Y, en el peor de los casos, no hacen ninguna de tales cosas; lo cual genera sufrimiento. Porque cuando uno no se conoce, no se descubre, no se acepta, no se expresa o no se gestiona: sufre; y, cuando uno pelea contra sí mismo, pierde siempre.

La transexualidad no es ni una enfermedad ni un trastorno ni una anomalía.

La transexualidad es un hecho de diversidad sexual.

Y lo que un niño o una niña en esta situación necesita, como todos los demás, es que su entorno sea capaz de escucharle, de aceptarle y de amarle tal y como es.

Hablamos de transexualidad infantil para referirnos a esas niñas y niños a quienes al nacer, tras la observación de sus genitales, se les supuso un sexo equivocado.