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Qué necesitan nuestras hijas e hijos

Necesidades de nuestras hijas e hijos en situación de transexualidad en el hogar

Una niña o un niño en situación de transexualidad necesita que se le acepte y se le quiera tal como es (igual que el resto de niñas y niños, claro). Sobre todo en el hogar.

Una niña o un niño en situación de transexualidad necesita que se le acepte y se le quiera tal como es (igual que el resto de niñas y niños, claro). Sobre todo en el hogar.

Esto conlleva asumir que nuestra suposición sobre su sexo fue errónea y corregir el error, aceptando que su sexo no es otro que el que expresa que es. Necesita que se respeten sus juegos, sus gustos, sus maneras de comportarse y expresarse; que le veamos como el chico o la chica que es, es decir, que le veamos; que aceptemos verbalmente su identidad y usemos el género gramatical correspondiente a su sexo; que respetemos la posible decisión de cambiar su nombre.

En muchos contextos es muy probable que al inicio todo esto sólo pueda ocurrir en el ámbito estrictamente familiar; incluso con cierto secreto, discreción o reserva.

La reflexión sobre qué pasos dar y cuándo darlos tendrá que basarse en las necesidades expresadas por cada niño o niña. Porque así como hay quienes necesitan ser reconocidos por todo el mundo “¡ya!” y no pueden esperar ni un día más, también hay quienes prefieren ir poco a poco: empezar en el hogar, luego solo con sus amistades más cercanas y más tarde con los demás…

Estas niñas y niños necesitan que se respeten sus juegos, sus gustos a la hora de vestir, cómo llevar el pelo…. igual que el resto de niñas y niños.

Expresión, juegos, gustos…

Estas niñas y niños necesitan que se respeten sus juegos, sus gustos a la hora de vestir, cómo llevar el pelo…. igual que el resto de niñas y niños.

Pero lo necesitan además porque muchas veces estas van a ser las maneras con las que van a intentar expresar quién son mientras su identidad no termine de ser vista y aceptada. Su manera de subrayar “quien soy yo”, cuando su yo no está siendo visto. Su manera de gritar al mundo que es el niño o la niña que los demás no ven.

Por eso, forzarles a vestir una u otra ropa, obligarles a llevar el pelo largo o a cortárselo, quitarles juguetes… va a significar, para ellas y ellos, la negación de su identidad, de su ser niña o niño.

Será importante posibilitar que se pueda expresar con sus maneras, que juegue a los juegos y con los juguetes que le gustan, que pueda cortarse el pelo o dejárselo largo según su gusto, que use la ropa (interior o exterior) que elija…

Que los demás vean quien son

Aún siendo muy importante, para estas niñas y niños no va a ser suficiente con posibilitar y cultivar  sus expresiones y sus gustos. Hay otra necesidad que requiere ser atendida y es vital: la necesidad de ser visto (o ser vista), la necesidad de ser reconocido (o ser reconocida). La necesidad de “ser” a través de la mirada del otro. Y, no lo dudemos, estamos hablando de la necesidad de ser.

Para desarrollar la propia personalidad, necesito verme y reconocerme en la imagen de mí que me devuelve el espejo que son los otros.

Estas niñas y niños necesitan ser vistos, y esto ha de pasar por el desarrollo de nuestra capacidad de verles. Y verles significa ver el niño que realmente es, donde yo antes veía una niña (o al revés). Y es que mientras veamos una niña, no estamos viendo al niño que me está hablando, que me está suplicando que lo vea.

Se suele observar que estas niñas y estos niños, cuando se les empieza a dar la posibilidad de mostrarse tal como se sienten, necesitan recalcar y subrayar, en algunos casos de manera muy notoria, aquellos rasgos asociados con su sexo, seguramente porque hasta entonces han visto negada su identidad y necesitan dejar claro, muy claro, que son un niño o que son una niña. Así, por ejemplo, hay niñas que se ponen los vestidos más rosas y las diademas más brillantes, y exageran las maneras de moverse y gesticular que asocian con lo femenino.

En muchos casos, en la medida en que los demás les van aceptando y viendo como la niña (o el niño) que son, van relajando esta necesidad de subrayar, porque van dejando de tener que gritar al mundo “quién soy”.

“Cuando finalmente le cortamos el pelo, se miró en el espejo y nos dijo: ‘Este soy yo. ¿Ahora me veis?’”

“Cuando pensábamos que era una niña siempre estaba jugando a fútbol y a peleas y odiaba el color rosa. En cuanto vimos al niño que era, empezó a ser él mismo: dejó de jugar a fútbol, abandonó las peleas y le daba igual llevar ropa que tuviera el color rosa. Ya no necesitaba los estereotipos para que viéramos que era un chico. Ahora que le habíamos visto podía ser él mismo”

Cambio en la mirada

Este cambio en la mirada no es fácil de realizar, por la resistencia que se da en los procesos mentales a cambiar la categorización sexual que hemos realizado sobre alguien. Más aún cuando llevamos años con dicha categorización.

No es además una cuestión de voluntad. Por supuesto que la voluntad está presente en el iniciar y mantener el propio proceso de abrirnos a aceptar la realidad expresada, pero no en la consecución del resultado. No es “Decido verle; y ya está: le veo”. Es más bien “Decido que quiero verle y por eso me pongo a ello, poco a poco y con mis dificultades”.

No es “Decido verle; y ya está: le veo”. Es más bien “Decido que quiero verle y por eso me pongo a ello, poco a poco y con mis dificultades”.

Llegará un momento en el que nos preguntaremos cómo en otro tiempo pudimos haber hablado en femenino a nuestro hijo (o viceversa).

Aceptación verbal y uso del género gramatical

Es especialmente importante la aceptación verbal de la identidad expresada: “Vale, eres un niño”. En el inicio de esta fase se suelen dar contradicciones entre la realidad que queremos aceptar y lo que seguimos expresando (“Vale, hija mía, ya he entendido que eres un niño”).

Un elemento clave para ir cambiando la mirada va a ser el uso del lenguaje: cambiar el género gramatical que usamos para referirnos a ese hijo que no es la hija que pensábamos (o viceversa). Al principio suele ser costoso, exige poner mucha consciencia y hacer un gran esfuerzo para decir aquello que por la inercia no nos sale. Será forzado pero, poco a poco con la costumbre y el progresivo cambio en nuestra mirada, irá dejando de costar. De hecho, llegará un momento en el que nos preguntaremos cómo en otro tiempo pudimos haber hablado en femenino a nuestro hijo (o viceversa), porque hacerlo ahora nos resultaría imposible.

Por lo que vamos conociendo, estos procesos se dan de manera paulatina y progresiva y, por ello, quizás sea razonable ser generoso con uno mismo en este desarrollo de nuestra capacidad de mirar, porque habrá veces en las que quizás nos equivoquemos (al usar un pronombre, por ejemplo), o que sintamos que nos cuesta ver con claridad su identidad sexual real.

Cambio de nombre

Muchas veces estas niñas y niños expresan disgusto hacia el nombre que se les puso al nacer, por ser un nombre que hace referencia al otro sexo.

Suelen ser ellas y ellos mismos quienes proponen el nombre que quieren tener, si bien a veces también implican a la familia en la búsqueda del que a partir de entonces será su nombre. En ocasiones, para cuando se les da la posibilidad de hacerlo, hacía mucho tiempo ya que lo tenían pensado.

“Si soy un niño, ¿por qué me pusisteis un nombre de niña?”

Aunque en mucha menor medida, también conocemos ya a niñas y niños que no sienten ninguna necesidad de cambiar su nombre, sea porque es un nombre neutro en relación al sexo (en euskara hay bastantes nombres que han sido usados tanto para chicas como para chicos), o porque (por lo menos, de momento) no sienten ningún problema con su nombre.

Cuando Jon, con 5 años, estaba jugando en un parque con una niña a la que acababa de conocer, ésta le dijo que cómo podía ser una niña con nombre de niño. Al día siguiente le propuse (una vez más), añadirle una letra a su nombre y convertir así “Jon” en “Jone”, que es nombre de niña. Ella me escuchaba mientras yo le decía que así se ahorraría más de una explicación, que pasaría más desapercibida y que además sonaba francamente muy bien, que a mí me gustaba mucho “Jone”. Cuando terminé me contestó que si me gustaba tanto, que me lo podía poner yo. Que ella amaba su nombre y que no se lo iba a cambiar.

Conocimientos y referencias

Estas niñas y niños necesitan un marco de comprensión para su realidad. Para ello será imprescindible que cuanto antes puedan a acceder a conocimiento básico sobre las cuestiones referidas a la identidad sexual. Según su edad el conocimiento será más o menos profundo, pero en cualquier edad lo que será fundamental es que puedan saber que hay niñas con pene y niños con vulva.

Por otra parte necesitan representaciones gráficas donde puedan ver reflejada su corporeidad siendo de una gran fuerza para ellos y ellas el acceso a ilustraciones donde se muestre la imagen corporal desnuda de niñas que tienen pene o niños que tienen vulva. Porque así podrán verse identificados en dichas ilustraciones, y podrán pensar: “Un cuerpo como el mío”.

Asimismo será de un gran valor poder acceder a materiales audiovisuales  en los que aparezcan imágenes reales de niñas con pene y niños con vulva reales, en los que se hable de sus vidas infantiles, de sus juegos, de sus aficiones… Porque la fuerza de ver la mirada, la sonrisa, de alguien real llega mucho más dentro que ver una ilustración. Porque un dibujo no es alguien que existe. Y ese niño o esa niña a quien puedo ver moverse en un vídeo si es un niño o una niña real: “Un niño o una niña como yo”.

Quise mostrarle imágenes de otras niñas con pene, para que pudiera verse reflejada, para que viese que no era la única en el mundo. Buceé en Internet y sólo encontré dos reportajes hechos en Estados Unidos sobre dos niñas (Joey Romero y Jazz Jennings), en los que se les veía en su hogar, en el parque, jugando, sonriendo, corriendo y hablando de sus vidas. Los conseguí doblados a español, pero en esos reportajes también aparecían médicos, se hablaba de tasas de suicidios, de bulling, de hormonación, de operaciones quirúrgicas, y de otras cuestiones que no tenían nada que ver con el mundo de mi hija de 7 años. Así que decidí ver con ella sólo algunos trozos y en la versión original en inglés, para no poder entender lo que se decía. Para mi hija aquello fue algo muy potente. Para mí también. Una y otra vez me decía afirmando 'Es una niña' y yo le decía que sí. '¿Tiene pito?' me preguntaba y yo le respondía que sí. Una y otra vez. 'Son como yo', me decía.

Conocer a otras chicas y chicos en situación de transexualidad

La posibilidad de conocer en persona a otras niñas y niños “como yo” resulta uno de los mejores regalos que puedan vivir estas niñas y niños. Porque además de servirme para dejar de sentirme “un bicho raro” abre una enorme puerta hacia el bienestar al posibilitar comprender que “porque hay otros que son, yo también puedo ser”.

En la medida en que esas chicas y chicos que pueda conocer sean de su edad y de su mismo sexo,  más será lo que le aporten esos encuentros.

Conocer en persona a otras niñas y niños “como yo” resulta uno de los mejores regalos que puedan vivir estas niñas y niños.

El tránsito principalmente lo hacen los otros.

El tránsito

Llamamos tránsito al proceso por el que una persona en situación de transexualidad va pasando a vivir en los diferentes ámbitos de su vida de acuerdo a su identidad.

Cuando se habla de tránsito es importante ser conscientes de que el tránsito principalmente lo hacen los otros, y que se trata, sobre todo, de un tránsito en la mirada, en la percepción que tienen los demás, para ir pasando de manera progresiva de ver una niña a ver un niño (o viceversa).