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Del malestar al bienestar

Una vez aceptada su identidad sexual se observa cómo estos niños y niñas empiezan a abrirse y desplegarse

Del malestar...

El no reconocimiento y la no aceptación de la propia identidad sexual genera sufrimiento y malestar, que puede expresarse en forma de mutismo, aislamiento, abatimiento, tristeza, rabia, confrontación, aspereza en el trato, ansiedad, conducta disruptiva, llamadas de atención...

No en todos estos niños y niñas se aprecian signos de infelicidad. El nivel de adaptación a lo que se espera que sean, el malestar que esto les genera y la gestión de ese malestar dependerá de cada niño y niña. Hay quienes llevan mejor y quienes llevan peor la negación de la propia identidad. Y hay quienes llevándolo mal y sufriendo, son capaces de esconder y disimular su malestar.

...al bienestar

Una vez aceptada su identidad se observa que quienes se mostraban permanentemente tristes o malhumorados dejan de estarlo, quienes no se relacionaban empiezan a jugar con sus iguales, quienes lloraban continuamente empiezan a sonreír, quienes se encerraban en el silencio empiezan a hablar, quienes caminaban encorvados y mirando al suelo empiezan a mirar al frente, quienes se negaban a salir en fotografías ahora sonríen a la cámara…

Los testimonios de las familias coinciden al expresar cómo empiezan a abrirse y desplegarse, cómo empiezan a florecer. Y en muchos casos esto sucede como una explosión y con mucha euforia. De ahí que haya quien afirme, usando irónicamente la jerga psiquiátrica patologizante, que cuando se pasa de negar su identidad a aceptarla, estas niñas y niños pasan “de la disforia de género a la euforia de género”.

Reconstruir la confianza en sí mismos

Eso sí, no olvidemos que, aun con el bienestar que trae el tránsito, estas niñas y niños seguramente van a necesitar elaborar todo el dolor antiguo que fueron acumulando, y desahogar sufrimientos, miedos y tristezas. Van a necesitar dar la vuelta a toda la negación de su ser que se les infligió y reconstruir poco a poco la confianza en sí mismos.

“Cuando salió de la peluquería le hice una foto, es la primera foto que tengo que mira de

frente a la cámara, sin obligarle, y sonríe.”