Indicios e indicadores de una posible situación de transexualidad
La expresión del hecho de ser niña o niño es a veces verbal, y a veces a través de gestos, ropas o juegos. A veces es muy clara y otras veces, no tanto.
En ocasiones madres y padres observan en sus hijas e hijos comportamientos y expresiones no esperadas: en sus juegos, en sus modos de gestuación, en la identificación con determinados iconos que tienen significación sexual, en la elección del sexo de los iguales o en determinadas particularidades conductuales. A veces muestran una clara disconformidad y malestar con el rol sexual que se le impone. Tales rasgos no esperados pueden ser muchos y muy notorios.
Estos rasgos pueden significar tanto que nos encontremos ante un niño “femenino” o una niña “masculina”, como que podría tratarse de una niña con pene o un niño con vulva. Pero, por sí solos, dichos indicios no implican una supuesta transexualidad.
Por sí solos, los rasgos “femeninos” en un niño o “masculinos” en una niña no implican una supuesta transexualidad.
Solo hay un único indicador inequívoco y definitivo que señala que nuestra suposición en relación al sexo fue errónea: que la niña o el niño así nos lo diga.
Indicador inequívoco de transexualidad
Solo hay un único indicador inequívoco y definitivo que señala que nuestra suposición en relación al sexo fue errónea: que la niña o el niño así nos lo diga.
En ocasiones nos lo hacen saber desde que empiezan a hablar, alrededor de los dos años y medio, y su expresión es clara, inequívoca, tenaz, firme y confrontativa (“no soy una niña, soy un niño”). Eso sí, aunque la expresión sea muy clara, a veces madres y padres no tienen capacidad para escucharla.
En otras ocasiones la afirmación de la propia identidad sexual, no coincidente con la que se le suponía, sólo emerge si es propiciada y acompañada, si encuentra un ambiente amable y confiable. E, incluso así, en ocasiones, no siempre se da una expresión reiterada, explícita y evidente, por lo que no siempre es fácil de ser detectada.
Indicios en casos de transexualidad
Cuando nos encontramos ante una niña con pene o un niño con vulva, los primeros y más tempranos indicios pueden detectarse en determinadas verbalizaciones cuando hay una referencia a la propia categoría sexual y que, al principio, pueden parecernos lapsus.
Aparecen también faltas de concordancia del género gramatical cuando habla de sí (“Nene, guapa” o “Nena, guapo”, y suelen observarse verbalizaciones primitivas tanto positivas (“Yo, princesa”) como negativas (“Guapo no, guapa”).
Suelen expresar malestar cuando los demás le clasifican sexualmente de manera errónea, malestar que aumenta con el paso del tiempo y la adquisición de un lenguaje y un discurso más elaborado.
También aparecen muestras de disconformidad con el rol sexual esperado y se observa una firme y reiterada negativa tanto al uso o proximidad de determinados símbolos con gran carga de significación sexual (colores, atuendos, peinados, adornos, acciones, gestos, nominaciones,…) como a realizar determinadas actividades con significación sexual (jugar con muñecas, vestir faldas o calzoncillos, ponerse determinados adornos, cortarse el pelo, llevar trenzas,…).
A partir de la adquisición eficaz del lenguaje, suele incrementarse la frecuencia y la intensidad de las negaciones explícitas y confrontativas hacia la categorización sexual que hacen los demás (“Mamá, no soy una niña”).
También es común que aparezca una afirmación de la propia autocategorización sexual contrariada (“Ya te he dicho mil veces que soy niño”, «No estoy sentada, estoy sentado»), que solicite un cambio de trato (“Quiero que me trates como una niña”) o que pida que se le llame con otro nombre (“No me llames Álvaro, llámame Alba”).
En su intento de poder explicar su realidad, a veces expresan profecías que los adultos suelen interpretar como si fuesen un juego o una fantasía infantil (“De mayor se me caerá el pito y seré una niña”, “Cuando sea niña, tendré hijitos”,…).
Sus mensajes pueden tomar forma de petición o solicitud (“Quiero que me regales un pito”, “Quiero que el médico me quite el pito”), como mandato o exigencia (“No quiero que vuelvas a comprarme faldas”, “Si me vuelves a llamar Laura, dejaré de hacerte caso”) o como interrogaciones (¿Me saldrá un pito cuando crezca?», «¿Podré tener niños en mi tripita?»).
Por encima de todo, los niños y las niñas quieren que sus padres les quieran.
Reacción de la familia ante estos indicios
Las primeras observaciones de comportamientos y expresiones no esperadas, se suelen vivir por la familia con asombro, como algo puntual, como un juego. Si las actitudes son de negación, sea de manera más suave o con castigos, puede que el niño o la niña se esconda o disimule quien es, lo que siente…
Por encima de todo, los niños y las niñas quieren que sus padres les quieran. Si sienten que pueden dejar de quererles por lo que son, puede que opten por ocultarse, omitir determinadas expresiones o disimular. Terrible disyuntiva a tan corta edad: tener que elegir entre “poder ser querido” o “poder ser”.
Para cuando la familia empieza a sentir que “hay algo que no cuadra”, estas niñas y niños, llevan tiempo ya, no sólo dando señales de que algo pasa con su identidad, sino en ocasiones expresando malestar de manera constante y persistente. De hecho, muchas madres y padres de menores transexuales coinciden en señalar cuánto les costó no ya aceptar la realidad, sino incluso empezar a verla. Y cuánta presión hicieron de manera más sutil o con más violencia.
“Todas las mañanas era una batalla: odiaba todas las braguitas que le ponía, odiaba todos sus zapatitos… Recuerdo un sábado a la mañana. Teníamos una comida y yo quería que se vistieran algo más especial. Le habíamos regalado una faldita preciosa, me pareció el día perfecto para estrenarla. No quiso ponérsela, empezó a llorar y patalear muy enfadado. Yo, asqueada de las batallas de cada mañana para vestir, me planté. Le dije que si no se ponía la falda iría en bragas. Y así salió al portal, hasta la puerta de la calle, en bragas. Allí, ya rendido, se tuvo que poner la falda. Me duele pensar en lo que hice, porque ahora entiendo su humillación.”
Cuando la expresión no es clara
Cuando la expresión de la propia identidad sexual no resulta clara, a veces el hecho transexual se confunde con la realidad de las chicas y chicos cuyos comportamientos difieren de las expectativas de género, y va a ser imprescindible diferenciar ambas situaciones, puesto que sus necesidades son diferentes.
Expresiones como “Yo quiero ser niño” o “Yo quiero ser niña” (o “me gustaría”) son ambiguas y señalan un deseo que puede estar expresando dos situaciones bien diferentes:
• Niñas más masculinas y niños más femeninos a quienes se les niegan y reprimen sus comportamientos porque difieren de las expectativas de género:
«Soy un niño pero si fuese niña me dejarían tranquilo jugar a princesas, que es lo que a mí me gusta. Por eso, me gustaría ser una niña»
• Niñas con pene y niños con vulva, a quienes se les ha negado de manera persistente su identidad sexual (“Tú no eres una niña”), y se les ha negado no sólo quién son, sino la posibilidad de serlo (“Tú no puedes ser una niña”). Esto puede llevar a perder la capacidad de explicarse para sí quién son, a integrar y asumir los argumentos sociales y a expresar su identidad no ya desde la afirmación, sino desde el deseo:
“Como me han hecho saber que no puedo ser la niña que soy, entonces tendré que ser un niño, que es lo que me dicen que soy. Pero a mí me gustaría poder ser la niña que yo creía que era: me gustaría ser niña”.
Cuando la expresión de la propia identidad sexual es ambigua resulta difícil comprender qué es lo que se está expresando. Por ello, va a ser fundamental propiciar las condiciones que vayan llevando a que esa expresión pueda ser más clara.
Hay dos claves que posibilitan avanzar en esa dirección: por un lado, la escucha activa y, por otro, la transmisión de conocimiento sobre los hechos de diversidad.
Existe una palanca muy valiosa y sencilla para abrir este camino: transmitir con claridad que se puede ser niño y que te guste ponerte vestidos; y también que se puede ser niña y tener pene (y a la inversa). La transmisión de esta información se puede facilitar usando recursos didácticos.
A veces madres y padres temen que dar conocimiento pueda influenciar o empujar al niño o niña hacia un lugar u otro. A parte de que cambiar el hecho de que alguien sea niña o niño es imposible, es importante aclarar que el conocimiento lo único que hace es abrir un marco en el que el niño o la niña puede dar sentido y poner palabras a su sentir, a su ser. Para que, tras las negaciones e imposiciones que le habían llevado a no poder comprenderse y explicarse, se le posibilite que sea pensable su propia identidad sexual y su manera de ser, y que la pueda expresar con claridad: “Yo soy niño” o “Yo soy niña”.